Después del paso del huracán Helene, el pueblo de Boone volvió a la normalidad con el levantamiento del toque de queda, la reapertura de tiendas y restaurantes y la reanudación de las operaciones en App State. Sin embargo, lo mismo no puede ser dicho sobre una comunidad: Bradford Park, ubicada a solo siete minutos del centro de Boone.
Más de un mes después de las inundaciones, paneles de pared, aislamiento, electrodomésticos y juguetes como patinetas y pelotas de fútbol se encuentran en montones de escombros frente a las casas móviles, las cuales han sido completamente desmanteladas y se han vuelto inhabitables. La comunidad mayoritariamente hispana enfrentó las repercusiones más catastróficas de Helene, dejando a muchas personas desplazadas.
Aunque la comunidad de Bradford Park ha recibido ayuda de organizaciones locales, la barrera de idioma sigue siendo un obstáculo para muchos en la comunidad hispana que no pueden acceder a los recursos necesarios para obtener la ayuda que requieren, poniéndolos en una gran desventaja.
Según el folleto de FEMA sobre ciudadanía y estado migratorio, no se puede brindar asistencia por desastres a personas que no sean ciudadanos estadounidenses o personas calificadas, lo que incluye residentes permanentes legales, personas a quienes se les ha concedido asilo o estatus de refugiado, entre otras restricciones.
Francisco Ortíz, residente de Bradford Park, llamó el 27 de septiembre “un día que nunca me esperaba”. Su casa está ubicada al lado de Mutton Creek, un arroyo que fluye hacia el río South Fork New River, lo que lo colocó directamente en el camino de las inundaciones de Helene.
Su familia está compuesta por su hijo de 2 años de edad, su hija de 6, su esposa y su suegra. Él y su familia han vivido en Boone por más de dos años.
Para las 7:30 de la mañana del 27 de septiembre, el nivel del agua alcanzó su casa móvil.
“En menos de 10, 20 minutos eso ya estaba llenándose de agua”, dijo Ortíz. “No dio tiempo lograr sacar más cosas, lo único que pudimos sacar fue un poquito de ropa pequeña de los niños”.
A medida que subía el arroyo, todo lo que Ortíz pudo hacer fue quedarse mirando cómo su hogar era arrasado.
“Sentí mucha impotencia, de verdad”, dijo Ortíz, mientras su voz se quebraba por la emoción. “Que te podre decir, tanto sacrificio pues, del trabajo que hace uno aquí como hispano en la comunidad”.
En las semanas después de la inundación, Ortíz y su familia se vieron obligados a mudarse con sus familiares en un espacio reducido.
“Mis hijos ahí hicieron su hogar y estamos batallando en poder regresar”, dijo Ortíz.
Ortíz, quien trabaja en proyectos de construcción y remodelación, se ha dedicado a reparar su casa móvil y regresar al lugar que llamaba hogar. Ha arrancado los pisos, paneles de pared y aislamiento, y ha comprado nuevos materiales para reconstruir la casa móvil.
“Ya hemos avanzado un 80% con las reparaciones”, dijo.
Aunque gran parte del trabajo lo ha realizado él mismo, Ortíz ha recibido ayuda de iglesias locales que han enviado trabajadores para ayudarlo con las reparaciones. Dijo que se sorprendió al encontrar una comunidad tan solidaria.
“Yo quise hacerlo, quise reparar el tráiler, quise quitar los pisos mojados, los palos que se dañaron”, dijo Ortíz. “Estoy agradecido con la comunidad, en verdad mucho apoyo me ha dado”.
Martín Ramírez ha vivido en Bradford Park con su esposa durante más de una década. Lleva 14 años en Boone desde que se mudó desde Guanajuato, México, “buscando mejores oportunidades de trabajo”. Describió vivir en Boone como “bonito” y “tranquilo”, sin embargo, su mundo entero se puso de cabeza tras el paso de Helene.
Su hogar quedó completamente inhabitable después de la inundación. Perdió su casa móvil y todo lo que había dentro, incluidos electrodomésticos, televisores y ropa. Con un tobillo roto y bajo tratamiento de diálisis, Ramírez no pudo hacer mucho para salvar sus pertenencias personales en medio del caos.
Él y su esposa durmieron en su automóvil durante semanas después de la tormenta hasta que recibieron una casa rodante donada por una iglesia local.
A pesar de los graves daños que sufrió su casa móvil, Ramírez dijo que aún se le cobra renta por el espacio por parte de los propietarios de Bradford Park.
Saraí Ambrosio, otra residente de Bradford Park, estaba fuera de la ciudad el día que Helene llegó, pero cuando regresó, su comunidad ya no era la misma.
“Me dio mucha tristeza ver mi casa destruida”, dijo Ambrosio. “Ver todos los árboles caídos, fue algo muy triste y sorprendente a la vez”.
Ambrosio y su familia no tuvieron más remedio que mudarse a la casa de sus familiares.
“No es lo mismo estar en casa ajena que en una casa propia”, dijo Ambrosio.
Más de un mes después de la tormenta, Ambrosio y su familia todavía están en proceso de recuperar todas sus pertenencias. Su esposo, quien es pintor, ha estado trabajando para “poco a poco comprar los materiales que va a ocupar ahí en la casa”. Su automóvil también quedó completamente dañado por el agua.
A pesar de esto, Ambrosio está agradecida de que su familia permaneció a salvo durante la tormenta, diciendo: “Todo lo que se echó a perder era material. Eso se puede regresar pero la familia no”.
Después de la tormenta, los miembros de la iglesia Harvest House han apoyado a residentes de la comunidad como Ortíz y Ramírez, proporcionándoles casas rodantes donadas para que puedan quedarse mientras están desplazados. Bianca Ringel, directora juvenil de Harvest House y única hablante de español, ha podido comunicarse entre los residentes y los miembros de la iglesia para brindarles la mayor ayuda posible.
“Esta noche los estamos ayudando a instalarse, asegurándonos de que tengan lo que necesitan”, dijo Celia Marsh de Harvest House.
Voluntarios como ella traen tanques de propano llenos para asegurarse de que los residentes tengan agua caliente mientras la comunidad se prepara para el invierno.
La iglesia Harvest House está organizando una recaudación de fondos para comprar nuevas casas rodantes para la comunidad.
Mientras la comunidad de Boone ha logrado recuperarse con resiliencia, tanto la elegibilidad para recibir asistencia financiera del gobierno como la barrera del idioma dificultan continuamente que esta comunidad recupere lo que perdió con la destrucción de Helene.
A pesar de todos los graves daños, los residentes de esta comunidad están esperanzados y decididos a que sus vidas vuelvan a ser lo que eran antes del huracán Helene.